Estimado Presidente de la Republica Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez:
Hermano,
Tengo que serle sincero. Antes de ver su discurso frente a las Naciones Unidas en Nueva York, siempre pensé que usted era un dictador grosero y mal educado. Solamente ver su cara producía en mí unas ganas incontenibles de vomitar. Oír su voz, con ese indiscutible acento de solariego e hijo de prostituta, siempre producía en mi una soberbia tan grande que solamente quería romperme los tímpanos para vivir para siempre en silencio.
Pero, hermano Chávez, su discurso antes de la Asamblea General ha producido un cambio total en mi alma y en mi corazón. Ahora entiendo la verdad del mundo. Ahora se quien es un verdadero diablo y un verdadero enemigo de todos los pueblos libres. Si usted tuvo el poder de hacer que yo me diera cuenta de esta gran verdad universal; a mi, que rezaba diariamente por su muerte, creo de que exista la posibilidad que sus palabras también toquen el alma y el corazón de mis hermanos cubanos, para que ellos también puedan ver la luz y la verdad que usted habla.
Por eso, le pido, no, le ruego, de que venga a Miami. Por favor, Hermano Hugo, venga. El exilio cubano lo necesita. El exilio necesita oír sus palabras en vivo. ¿Imaginase a cuantas personas usted podría tocar con sus palabras? El exilio cubano, que ha sufrido un destierro doloroso y no merecido bajo el mismo diablo por más de 47 anos, necesita oír palabras que lo desenlace.
Creo que el Orange Bowl seria el foro ideal para dicho discurso. Seria un discurso de proporciones Bíblicas. Como Muhamed hiendo a la montaña.
Lo esperamos con brazos abiertos y con puños cerrados, Presidente.
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